jueves, 14 de julio de 2011

MOLDEADO DE BARRO

Eran las dos de la madrugada y Marta, a pesar de que tenía que madrugar al día siguiente, gozaba de la suave y resbaladiza textura del barro. El torno no reparaba en la hora que era y daba vueltas y más vueltas mientras ella moldeaba a su antojo. Todavía no sabía la forma que tendría, ni tan solo si sería capaz de sacar algo que luciera bonito, lo único que sabía era que ponía todo su amor en ello. Toda la intención de hacer una obra honrada y digna. Lo hacía a aquellas horas porque eran las únicas que le quedaban con un poco de tiempo para ella misma. Para querer y mimar su alma haciendo aquello que más le satisfacía como persona individual. La mañana siguiente fue otra cosa muy diferente.
  A la mañana siguiente sonó el despertador a las siete y media de y Marta se levantó muerta de sueño. Bostezando y frotándose los ojos. Pero no podía vacilar. No podía perder ni unos minutos en la cama si quería llevar a Jorge, su hijo de siete años, al colegió y llegar al trabajo a tiempo. Tenía que hacerle levantar, ayudarle a vestir, hacerle el desayuno, asegurarse de que se lavaba los dientes y, a la vez, tenía que desayunar y preparar la clase para sus alumnos. Después, como cada mañana de la semana, coger el coche, dejar a Jorge en la escuela una hora antes de que empiecen las clases. Ésa hora en la que siempre estaba el cuidador esperando a los niños cuyos padres empezaban a trabajar a la misma hora que empezaba el horario lectivo. Entonces arrancaba su vehículo de nuevo y se dirigía a un colegio un poco mas alejado, donde era ella la profesora de los mas pequeños. Los niños de preescolar.
  A aquellos niños les enseñaba a colorear, a leer, a cantar canciones, a escribir sus primeras palabras... Pero, a su vez, les enseñaba algo mucho mas importante y que no está en los libros de texto, ni siquiera en google. Les enseñaba a respetar, a querer, a comprender. Unas lecciones a las que, desde su punto de vista, se les daba demasiada poca importancia en el sistema educativo actual. Más de un compañero se había encontrado que se limitaba a impartir las lecciones de los libros, sin importarle la motivación individual de cada uno de sus alumnos. Con el tiempo había aprendido a clasificar a los profesores en dos tipos: los que lo hacían por afán de obtener una vida fácil y cómoda, con muchas vacaciones, fines de semana libres y una buena jubilación, y los vocacionales, a los que, por supuesto, Marta pertenecía. Siempre había pensado que la manera de cambiar el mundo, con todas sus miserias, era mejorando la educación. Tratar de erradicar odios irracionales de la sociedad como el racismo o la homofobia no tenía ningún sentido si no se arrancaban de raíz. Y la raíz de la sociedad, consideraba ella, eran los niños.
  Al acabar su jornada salía del colegio con una agotada sonrisa y de vuelta con su vehículo, pasaba por casa de sus padres donde esperaba su hijo. Cuando por fin llegaba a su casa debía ayudar a Jorge con los deberes de su escuela y preparar la lección para impartir a sus alumnos al día siguiente. Después de la cena siempre intentaba que su hijo se fuera pronto a la cama. Era lo mejor para él. pero, siendo sincera, también era lo que ella quería para poder dedicarle mas rato a sus esculturas. Aunque, ¿Quién podría recriminar tan pequeño acto egoísta después de un día entero entregado a los demás? Que Jorge se acostara a veces costaba alguna pataleta y algún pequeño alzamiento de voz, pero como mejor resultado obtenía era con la comprensión y explicación de los motivos. Era consciente de que su comprensión desembocaba en la del niño, y era el mejor ejemplo que podía dar si no quería acostumbrar a Jorge a tratar de conseguir las cosas con enfados y rabietas. Así pues siempre había considerado que la mejor lección era el ejemplo.
  Cuando por fin conseguía que su hijo se durmiera, volvía a encender el torno y a disfrutar de sus manos embarradas y el fluir de éstas por la superficie viscosa. Pero esa noche el sueño era mayor, y no podría quedarse hasta tan tarde. Al día siguiente había otra cosa que debía moldear. Una obra que seguro no la acabaría ni en un año, ni en una vida, y que no sabía como iba acabar. Solo sabía que ponía todo su amor en ella. Una obra de gran calibre. El futuro. 

sábado, 2 de julio de 2011

EL BORRACHO INCONSOLABLE: PROMO

EL BORRACHO INCONSOLABLE: Capítulo promocional

            - Ey, oye, despierta- Me dice una voz femenina que desconozco.
  Me mueve la cama para hacer que me levante. Me duele la cabeza y no me atrevo a abrir los ojos.
            - Venga, vamos, que ya deberías estar bien. - Me dice de manera suave y dulce.
  Finalmente, tras mucho esfuerzo, me incorporo y abro los ojos. Estoy en un hospital, pero ni siquiera en una habitación. Me han dejado en una camilla en medio del pasillo. La voz dulce que me ha despertado es una enfermera y me avergüenzo de ver toda mi ropa llena de vómitos. Me vienen a la cabeza solo dos imágenes de la noche anterior que empezó con David y Lluis bebiendo en un bar. La primera es de estar tirado en el taxi con un billete de veinte euros, que me dio David, en la mano. La segunda son cuatro enfermeros levantándome del suelo a la vez que me echo la pota encima. Supongo que el taxista, al no saber donde llevarme, me dejó en el hospital mas cercano. Pero bueno, no se lo puedo recriminar ya que, posiblemente, dejé su coche sucio y lleno de pota.
            - Bueno, ¿Estás bien, no? - Me pregunta la enfermera.
  Asiento con la cabeza y me dice que vaya a recepción a buscar el alta y me vaya. Me levanto, un poco mareado, y me dirijo decididamente a la salida, por dónde se ve mas luz.
            - Ey, perdona, la salida no es por allí, es por aquí. - Me dice la enfermera señalándome la dirección opuesta a la que me dirijo. - ¿Seguro que estás bien?
            - Si, solo es que no recuerdo como llegué hasta aquí, por lo que tampoco recuerdo como salir. - Abro la boca por primera vez mientras siento una increíble sensación de deja vú, de esas.
  Entonces voy a donde me indica la simpática enfermera y allí me dan el alta. Compruebo que esta vez no han hecho nada conmigo, ni si quiera una inyección de B12. Simplemente me han dejado descansando para que se me pase la mierda.
  Al salir del hospital, agradeciendo los cuidados, me encuentro en un lugar que desconozco, pregunto donde está la parada de metro mas cercana y descubro que no estoy demasiado lejos de casa. Supongo que David le dijo al taxista mi dirección, y al verme tan mal, me dejó allí, en el hospital mas cercano a casa. Que buena persona el taxista, me sorprende. Entonces decido ir caminando a casa, arrastrando un olor a vómitos y un dolor de cabeza que me atormenta, y pensando que debería avergonzarme de lo sucedido, pero es que, al mismo tiempo, ya me estoy acostumbrando.   

De momento lo he autoeditado vía la plataforma "Bubok". Os dejo el link de venta en el que puedes pedir el libro y el eBook, bastante más asequible. Saludos y gracias a todos. 

Link de venta online: http://www.bubok.es/libros/198072/EL-BORRACHO-INCONSOLABLE

SINOPSIS: Héctor Espada es un hombre cuya diminuta capacidad social le supone un problema para adaptarse a su entorno, llevándole a despreciar el mundo en el que vive. Encuentra refugio en la vida nocturna en la que se ve rodeado por una espiral de vicio y autodestrucción. No siente motivación por la vida ni siente la necesidad de luchar por nada, hasta que conoce a Estrella, una prostituta del barrio de El Raval de la que se enamora. Una mujer por la que pasará mas de una y mil penurias que intentará ahogar con alcohol.

  Héctor Espada es un hombre en busca de algo mejor, es cualquiera de nosotros en la lucha por sentirnos un poco mejor cada día, Héctor Espada es el borracho inconsolable.