lunes, 30 de enero de 2012

"Mother Ganga"


Sentado en uno de los escalones de las “Ghats” a la orilla del Ganges viendo amanecer, solo los barqueros ocupan el paseo. Se siente como, poco a poco, el caudal de personas aumenta. Cuanto mas arriba está el sol, mas gente inunda el paseo. Los pastores llegan con sus bueyes para lavarlos en el río, hombres machacan ropas contra las piedras con el propósito de limpiarlas, dos perros sarnosos se pelean por una perra y las vacas, esto es India, las vacas campan a sus anchas. Un hindú con los dientes mellados me intenta vender unos collares mientras un cadáver arde unos metros mas adelante. Alrededor de la hoguera se juntan los familiares, con expresión algo triste, y algún turista curioso al que algún otro habitante local intenta vender hachís. Mientras, a no muchos metros, los niños de la ciudad preparan sus cometas y sus bates de cricket para iniciar una nueva jornada de juego. Mientras, grupos de jóvenes y ancianos se dan un baño en las sucias aguas del río para purificarse, y un anciano está tumbado, durmiendo en el último escalón de las “Ghats” esperando a que llegue su muerte, por fin, cerca de “la madre Ganges”, como ellos lo llaman, y terminar así con el suplicio de la reencarnación. Así son las orillas del río Ganges, un lugar con tanta actividad que es difícil de describir, un lugar donde la vida y la muerte convergen en un mismo espacio.


*Ghats: Denominación hindú para las grandes escaleras que llegan hasta la orilla del río utilizadas como lugar para bañarse. 


lunes, 16 de enero de 2012

ENCUENTROS EN LA TERCERA BARRA


Doy un sorbo, lo más pequeño que puedo. El contenido de mi cartera escasea y quiero prolongar esta situación el mayor tiempo posible. Son las tres de la madrugada de un sábado cualquiera y yo estoy solo en un bar, bebiendo whiskey para sedar mi corazón. No quiero enfrentarme a la soledad de mi cama de dos por dos. Demasiada cama para un hombre solo.
  Doy otro trago, y mientras bebo, veo a través del cristal una femenina silueta que se acerca y se sienta en la mesa de al lado. Sola. Decido levantarme y dirigirme hacia ella con el vaso en la mano. Lo apoyo en su mesa y me siento.
-          Hola – le digo.
-          Hola – me contesta con una voz cansada desde el otro lado de la mesa.
  Dejamos pasar un rato en silencio, sin beber, sin movernos. Simplemente impregnándonos del rock ochenteno que suena en el local. A parte de eso, solo se escuchan los sonidos que salen de los dos borrachos que descansan sus cabezas sobre la barra, y un lavavajillas que suena a lo lejos, activado por el camarero. Un neón rosa parpadeante da un efecto surrealista a la escena.
            -  ¿Qué quieres? – me dice ella tras no se cuantos minutos.
            -   Ligar contigo, o como se le llame hoy en día a follar.
            -   Curiosa manera de pedirlo.
  Vuelven  a pasar unos instantes en silencio, hasta que le digo:
-          Verás… - titubeo unos segundos - …no es que haya sentido mariposas en el estómago cuando te he visto, ni tan si quiera que me parezcas guapa… Tampoco tengo grandes virtudes de las que alardear delante de una dama…Yo sólo soy un borracho necesitado de amor y cariño, y al verte sola a estas horas he pensado que tal vez tu necesitaras lo mismo.
-          También necesito un whiskey, ¿Podrías invitarme?
  Se vuelve a hacer el silencio, y miro mi copa medio vacía, la rodeo con mis dedos y se la acerco.
-          Tampoco me queda un céntimo, pero podemos compartir lo que queda de ésta copa.
  Rodea la copa con su mano, le da un trago y me dice:
-          Verás… tu tampoco eres gran cosa, pero al menos eres sincero, además, pareces ser el único hombre de por aquí que todavía se tiene en pie… - da otro trago –…por lo que podemos acabar esta copa, y después ir a mi casa.
  Y así fue como conocí a la mujer de mi vida.