sábado, 12 de octubre de 2013

VALOR

Ya son las cinco de la mañana y Sonia sigue despierta. En la tele se ve un programa de esos en los que te prometen una gran suma de dinero a cambio de responder una pregunta estúpida por teléfono. En la pantalla, el presentador no cesa de rogar a sus telespectadores que llamen. Sonia sabe bien sabido que luego, cuando llamas, nadie te atiende, te tienen en espera largo y tendido, por no hablar de la factura del teléfono que te llega después. El caso es que ella no tiene la tele encendida porque le interese mirar nada. Sonia pasa la noche en vela a menudo, y la tele la pone para sentirse menos sola cuando su novio se ausenta sin dar explicaciones. De hecho, aunque ella esté sentada con la mirada dirigida al televisor, ni siquiera ve lo que están retransmitiendo. Si le preguntaras lo último que han dicho no sabría contestar. Ella está viendo otras cosas que reproduce su mente. Por ejemplo, ve como Joaquín, su novio, está ahora mismo en el coche que ella le presta desde que él accidentó el suyo, con otra chica, compartiendo un gramo de cocaína. Ve también lo que pasa después. La infidelidad ya no es algo nuevo en su relación.
  Recuerda cuando ella sintió felicidad a su lado. Cuando empezaba el apasionado amorío. Cuando él perdió el trabajo y Sonia le propuso con ilusión que se fuera a vivir a su casa, así podía ahorrarse el alquiler. Acaricia su barriga hinchada mientras piensa en el momento en el que tomó, posiblemente, la peor decisión de su vida. Se suponía que Joaquín iba a encontrar trabajo e iban a construir una vida, juntos. Sin embargo, ahora Sonia va a trabajar después de noches en vela, y le paga la comida, la gasolina, las borracheras, la farlopa y, posiblemente, los condones que gasta con otras. Hay momentos en los que hasta se preocupa por él. Piensa que tal vez le haya pasado algo, otro accidente en coche… Una preocupación que, en una profunda y oscura parte de su alma, desea que se cumpla. No porque le desee ningún mal a su novio, sino porque ello significaría que no está con otras, ni malgastando su dinero en vicios. Aunque llega el momento en el que escucha el ruido de las llaves, que parecen no encajar en la cerradura, y Sonia se siente una completa imbécil por haber sentido preocupación. Él entra sin decir nada, y Sonia le sigue con la mirada.
-          ¿Por qué me haces esto? – Pregunta ella finalmente – vas a ser padre, ¿Ni aun así piensas cambiar tu actitud?
-          Déjame, pelmazo – responde él en voz baja
-          ¿Acaso te he hecho yo algo para que me tengas que tratar así? – dice a la vez que empiezan a asomar las lágrimas de los ojos de la chica.
-          Deja de decir chorradas, estoy cansado, me voy a dormir.
A su paso por el salón, Joaquín deja una peste de alcohol y humo que impregna toda la casa. Se mete en el dormitorio, y se deja caer como un peso muerto sobre la cama de matrimonio. Sonia se queda en el sofá. Lo último que le apetece es compartir la cama con esa persona ahora mismo. Mientras derrama lágrimas recuerda lo feliz que se sintió la primera vez que se besaron. Se preguntaba ella siempre, cómo era posible que un tipo popular, alto, fuerte, guapo y simpático como Joaquín, eligiera salir con ella. Bajita, con nariz redonda, un poco rolliza y con pocas tetas, para colmo de gorda. Entonces pensaba que estar con un tipo como él era lo máximo a lo que podía aspirar. Finalmente consigue conciliar el sueño un par de horas antes de que suene su alarma para ir al trabajo.  El trabajo, irónicamente, se ha convertido en lo mejor de su vida desde hace ya un par de años. Y no es que sea un trabajo apasionante. Pero el tener que atender a los clientes del supermercado mantiene sus pensamientos alejados de Joaquín. Embarazada de 4 meses, Sonia teme el momento en el que se vea incapaz de seguir trabajando y forzada a darse de baja. La simple idea de pasarse todo el día metida en casa aguantando los ires y venires de Joaquín le provoca náuseas.
  Al volver a casa, Sonia, se encuentra a Joaquín sentado en el sofá, viendo la tele. Son las diez de la noche y en la mesita auxiliar hay restos de pan de molde. Sonia ya se lo sabe, ni van a cenar juntos, ni le ha preparado nada a ella. Ni un mísero sándwich tras pasarse todo el día trabajando mientras él ha estado holgazaneando y curándose la resaca.
-          Es la despedida de mi amigo Juan, voy a salir un rato esta noche – Sonia ni le contesta, es lo de todos los días. A menudo, cuando ella llega a casa él ya no está. Cuando está suele significar una cosa - ¿Me prestas cincuenta Euros? – Bingo.
-          No podemos seguir así, Joaquín, vamos a tener un hijo y apenas llegamos a fin de mes. Cuando nazca vamos a tener muchos gastos extra.
-          Venga Sonia, no me vengas con esas ahora, ya veremos que hacemos cuando nazca la criatura.
-          Pero es que tenemos que empezar a ahorrar
-          ¿Justamente hoy, Sonia? Ya sabes lo amigos que somos Juan y yo, y es su última noche en la ciudad. Dame algo de pasta hoy, y luego ya paro.
  Sonia finalmente accede, aunque sabe de sobra que no va a parar. Se lo ha dicho miles de veces. Le da cincuenta Euros y empieza a cenar, mientras él se prepara para salir. Cuando está a punto de cruzar por la puerta, Sonia le pregunta:
-          ¿Vas a venir muy tarde?
-          No, tranquila – una mentira demasiado descarada.
  Sonia se duerme en el sofá, como acostumbra a hacer cuando se queda sola en casa. El hecho de que su novio le mienta con tanta facilidad le demuestra que él ya no siente ningún tipo de respeto hacia ella, si es que lo ha tenido nunca.
  Al despertar, un tipo con melenas y vestimentas raras da consejos baratos a la gente que le llama. Pretende hacer creer que sus suposiciones generales de cosas que le pueden pasar a cualquiera, son una adivinación de los hechos. Un engaño que, a ojos de Sonia, cualquier tonto podría detectar, sin embargo no cesa de llamarle gente. La joven se asoma al dormitorio para comprobar, como ya imaginaba, que Joaquín todavía no ha vuelto. Son las cinco de la mañana. La muchacha, resignada, se sienta en el sofá y rompe a llorar. No sabe si llora de rabia, tristeza, o impotencia. Tal vez por costumbre. Hasta que, de pronto, un dolor tan intenso que no cabe en la imaginación de ningún hombre o mujer la invade. Siente una humedad pringosa entre sus piernas. Los síntomas la aterrorizan, teme que vaya a perder a su bebé. Se siente extrañamente incapaz de moverse para buscar ayuda, y la angustia inunda todo su ser. Siente algo saliendo de su interior, y el dolor se expande por todo su cuerpo. Empuja con fuerzas y ve como empieza a asomar una cabeza de entre sus piernas. Su vagina se dilata, el bebé saca la cabeza, todavía a medio formar y sin que esté muy definida la separación de ésta con su cuello. Con las manos se agarra fuertemente a los labios vaginales, y empuja con fuerza hacia afuera para sacar todo su cuerpo. Así, de un salto, la hija de Sonia nace y se planta en pie frente a su madre. La muchacha, sentada en el suelo, sobre un charco de pringoso líquido amniótico, no da crédito a lo que ve. La criatura, que se encuentra unida a ella por el cordón umbilical, tiene el aspecto de un feto de cuatro meses, una cabeza deformada, pegada a un grueso cuello que es desproporcionadamente grande en comparación con el pequeño cuerpo. Sus dedos son cortos y de articulaciones torpes. Sus brazos y piernas también son cortos proporcionalmente al resto del cuerpo. Si intentara tocarse la cabeza con sus pequeños brazos, no llegaría más arriba de la pequeña formación que en un futuro serán sus orejas. Lo sorprendente para su aspecto, es su tamaño. Crece hasta medir alrededor de un metro, y todavía más sorprendente el hecho de que se mueve casi como una persona adulta. Y Sonia, que no da crédito a lo que ve, casi se aterroriza al oír hablar a esa criatura:
-          ¿Qué demonios haces con tu vida?    
-          ¿Qué? – pregunta Sonia anonadada a la vez que levanta la cara de entre sus rodillas para ver a la criatura que ha salido de su interior
-          ¿Qué? ¿Cómo que qué? Tú sabes bien a lo que me refiero. Mírate, todas las noches llorando en el sofá, frente una tele que no emite más que porquerías. Maquillándote por las mañanas para disimular la hinchazón de tus ojos para que no piensen en el trabajo que tu vida es una puta mierda. Ya va siendo hora de que cambies algo, ¿no?
-          ¿Cómo? ¿A qué te refieres? – pregunta Sonia evitando admitir la certeza de las palabras de su hija
-          ¿Cómo que a qué me refiero? ¿No es evidente? No puedes seguir viviendo así, y la fuente de tu desgracia es muy fácil de adivinar cuál es.
-          Te refieres a Joaquín… - dice Sonia con la boca pequeña.
-          Si, exacto, te has ganado un gallifante – responde el feto gigante con una expresión de enfado.
-          Si… es cierto que estamos pasando por una mala racha…
-          ¿Mala racha? – interrumpe la criatura – pero si llevas cinco años en los que tu situación ha ido de mal en peor, tu vida huele peor por momentos y eso que ya hace años que apesta. Y tus problemas tienen nombre y apellidos, y esos son los más fáciles de solucionar.
-          Pero… vamos a tener un hijo, o sea, te vamos a tener, ¿cómo voy a separarme de Joaquín y a dejarte a ti sin padre?
  Una expresión de ira se forma en el arrugado rostro del desproporcionado bebé, que pega un salto, y con la mano abierta le da un golpe a Sonia en toda la cara. Salpicaduras de líquido amniótico ensangrentado pringan el sofá y la alfombra.
-          No vuelvas a escudarte en mi – le dijo – que tu no seas capaz de enfrentarte a tus problemas no es culpa mía, si no tuya. Además, yo no quiero crecer en un ambiente como este, lleno de rencores y desconfianzas, totalmente carente de afecto, así que no vuelvas a ponerme como excusa para no dar el paso que tienes que dar.
-          Pero… ¿Cómo voy a criar a una hija sola?
-          Con bastante más facilidad que con ese gilipollas al que llamas novio a tu lado.
-          Pero, yo sé que en el fondo me quiere, es solo que se ha metido en el camino de las drogas, y, bueno… tal vez necesite ayuda…
-          No digas chorradas. Ese tío es un imbécil aunque esté sobrio. El montón de mentiras que te dice día a día es lo que duele, las drogas no tienen nada que ver. Date cuenta ya de que, simplemente, cometiste un error al juntarte con él. No es culpa de las drogas, ni mía, ni pienses más excusas. Ahora mismo es tu responsabilidad mejorar tu vida y buscarte a alguien que además de quererte en el fondo, te quiera en la superficie y, lo que es más importante, te respete, o vive tu vida independiente, que tampoco es ninguna tragedia.
-          Pero, va a ser muy difícil encontrar a alguien para mi… no soy bonita, no tengo una vida interesante y, no te ofendas, pero con una hija va a ser más difícil rehacer mi vida…
-          Veo que te tiene exactamente donde quiere. Este hombre te respeta tan poco que ha conseguido que ni tu misma te respetes, pero debes cambiar eso. Ha conseguido que sientas que tienes que permanecer a su lado si no quieres envejecer sola, amargada y rodeada de gatos. Pero no es así. La vida fuera tiene muchas cosas buenas que brindarte, pero debes ir a por ellas. Si sigues con este individuo te las vas a perder por completo, mientras te respetas a ti misma cada día un poco menos, entonces, posiblemente llegará el día en el que nadie te respete. Es posible que hasta yo aprenda a faltarte el respeto, y entonces sí que experimentarás la más angustiosa de las soledades.  Sin embargo, si empiezas a quererte a ti misma, me enseñarás a quererte y tal vez sigamos muy unidas cuando yo sea adulta. Dicho esto, en tus manos queda, el arreglar tu vida de una vez, o seguir dejando que se caiga a pedazos lentamente. Ahora tengo que volver a entrar para acabar de desarrollarme y borrar mi conciencia.
  El feto se encoge hasta poder meterse de nuevo en el interior de Sonia a través de su vagina. Aunque aun así, pasa tan ajustado que Sonia vuelve a experimentar intenso dolor, aunque no tan fuerte como cuando salió. Una vez desaparecido el niño, ve como desaparece el cordón umbilical, como si alguien desde su interior lo estuviera estirando y enrollando. La muchacha, agotada, se desmaya sobre el sofá.
  Tras dormir un par de horas, Sonia, se despierta con una energía fuera de lo normal. Parece haber tomado conciencia de las palabras pronunciadas por su hija. Se levanta, friega el suelo pringoso de su líquido amniótico y se pega una buena ducha. Al salir, decidida, empieza a hacer las maletas. Abre los armarios y, una por una, va cogiendo sus prendas preferidas y metiéndolas en su maleta. - ¿Pero, qué estoy haciendo? – se pregunta a si misma – ésta es mi casa.- Entonces decide sacar sus cosas de la maleta, y meter las de Joaquín, que no son muchas. Llama a un cerrajero de urgencia, y le hace cambiar la cerradura. Junto a la puerta deja la maleta y una nota pidiéndole a Joaquín que no vuelva más. Que desaparezca de su vida.
  Se sienta a esperar a que Joaquín vuelva. Hoy ella tiene libre y puede quedarse todo el día en casa. No quiere perder la posición. Siente una mezcla extraña de sentimientos, una especie de excitación mezclada con miedo y un pequeño asomo de felicidad. Cuando finalmente llega Joaquín, Sonia se queda en el sofá, sentada, esperando a ver su reacción.
-          ¿Es esto una broma, Sonia? – pregunta desde el otro lado de la puerta – ¡No tiene gracia! – dice mientras intenta abrir con sus llaves, que esta vez realmente no encajan - ¡Vamos, abre! – grita imperativo, mientras Sonia se limita a escuchar - ¡Ábreme de una puta vez maldita zorra! – Con su paciencia agotada, en este momento Joaquín empieza a aporrear con violencia la puerta.  ¡¿Cómo puedes hacerme esto sin avisar?! ¡Si yo te quiero Sonia!
  Al escuchar esto, el corazón de Sonia se ablanda, y se levanta para abrirle la puerta, pero justo en ese momento siente una fuerte patada en el interior de su barriga. Su hija le está advirtiendo: “mejor no lo hagas” parece decirle. Entonces cambia de actitud, y responde entre lágrimas que intenta disimular:
-          ¡Eso es mentira! ¡Si me quisieras, me respetarías, ahora vete o llamo a la policía!
-          ¿Eso es lo que quieres? Pude elegir a las chicas más guapas de clase, y te elegí a ti, ¿y así es como me lo pagas?
-          ¡Pues vete con alguna de ellas, aquí ya no eres bienvenido! – le grita Sonia
-          ¡Está bien, me voy, tú verás! ¡Te convertirás en una vieja amargada y solitaria! - pero Sonia y su hija sabían que eso no era verdad, bueno, al menos su hija lo sabía a ciencia cierta, Sonia tenía sus dudas, pero sería mejor que ser una amargada a su lado.

  Una vez que Sonia comprueba que Joaquín se ha marchado, se tumba en su cama y duerme mejor que nunca. Por primera vez en mucho tiempo su sueño es profundo, y su siguiente despertar va acompañado de una sensación de alivio y libertad que nunca antes había sentido, y, lo que es más importante, una sonrisa.