miércoles, 9 de diciembre de 2015

GRAND HOTEL IBIZA

Mi mano derecha sujeta la palanca y la izquierda una jarra que se llena del dorado líquido. Justo antes de que rebose la espuma blanca corto el grifo y ofrezco la cerveza al cliente que me la ha pedido desde el otro lado de la barra. Justo cuando cojo el dinero empiezo a escuchar unos gritos que vienen desde la recepción del hotel.
-          ¡Oye! ¡Qué no puedes entrar! – grita el botones intentando detener el paso a un chico fuerte y alto que ha irrumpido
-          ¡María! ¿¡Dónde estás, zorra!? – grita con odio el fortachón escupiendo saliva a cada palabra
-          ¡Tenemos reservado el derecho de admisión! – le dice el botones
-          ¿¡Dónde está esa zorra!? – repite el tipo duro mientras recorre con la mirada todo el bar
-          ¿¡Qué mierdas haces aquí, hijo de puta!? – contesta María, compañera mía, acercándose sin miedo al tipo
-          He venido a que me presentes a tu nuevo novio, ¡pedazo de puta!
-          ¡Pues no creo que él tenga interés en conocer a un montón de escoria como tú! – le señala María con dedo acusador.
 Mientras tanto, se me acerca un cliente y me pregunta sobre lo que está sucediendo, no sin antes pedirme una cerveza. 
-          Un número demasiado elevado de malas decisiones consecutivas- le digo mientras echo cerveza en una copa
-          Entiendo -  me dice antes de darle un trago a su cerveza y quedarse observando el show.
La situación empeora, los gritos que emiten se asemejan a los de una manada de chimpancés peleándose puestos de cocaína. La acalorada discusión está a punto de estallar en llamas en el momento en el que el invasor levanta su mano.
-          Venga, adelante, pégame en una violación de la orden de alejamiento. Te vas de aquí directo a la cárcel y lo sabes – le reta María
-          María, eres malísima – contesta el hombre que baja la mano tras recapacitar unos segundos – No quiero que mi hija se críe contigo -  añade
-          José, cómete una mierda y vete por ahí -  le contesta mi compañera a la vez que le hace un corte de manga.
  Llegan dos guardias civiles y le piden a José que les acompañe a comisaría. Él accede sin rechistar, se ha dado cuenta que ya solo puede empeorar la situación. – Venga, nos vemos pronto -  le dicen al botones cuando se van. Echo otra cerveza en una copa pequeña, esta vez es para mí. Me aseguro de que el encargado del bar no está mirando y entro en el cuarto donde se friegan los vasos a bebérmela. Allí me encuentro al chico que se encarga de ello con la cabeza metida en la pica y vomitando.
-          ¿Te encuentras bien? – estúpida la pregunta que le formulo
-          Algo me sentó mal anoche – me dice – creo que voy a tener que ir para casa.
Abandona la habitación y yo me dispongo a beberme mi cerveza cuando entra un compañero con la bandeja llena de copas sucias. Descargando la bandeja pregunta:
-          ¿Quién va a limpiar ahora todo esto?
-          Nos va a tocar pringar – le digo yo
  De repente se escuchan gritos escandalizados procedentes de la piscina y mi compañero sale corriendo a ver qué pasa empujado por el morbo. Al parecer un niño se ha ahogado y la socorrista está tratando de reanimarlo. Con lágrimas en los ojos y temiéndose lo peor, le da golpes en el pecho hasta que el niño empieza a toser y vomitar agua. Las caras de todos se iluminan, y se funden en un abrazo la socorrista, el niño y sus familiares. Justo detrás cae desde un tercer piso un alemán borracho con su bañador puesto. Pretendía llegar a la piscina. La socorrista no puede hacer por él más que tapar una herida que tiene en la cabeza para que no se desangre. Llega la ambulancia y se lo llevan a urgencias en estado grave. La policía pregunta cosas a los amigos del joven que lloran desconsolados.
-          Estos jóvenes de hoy en día -  me dice un cliente cabizbajo, mientras bebe de una cerveza que le sabe agridulce debido a todo lo sucedido.
-          Tiene razón -  le digo, y, al ver a mi relevo entrar por la puerta me dirijo a él – me alegro de verte.
-          Yo no – me contesta con una sonrisa
-          Nos vemos mañana – le digo saliendo del bar.

Y así transcurre una jornada normal en el  “Grand hotel Ibiza”

sábado, 14 de noviembre de 2015

LAS AVENTURAS DE LUPITA

En una tarde cualquiera de primavera en la que me encuentro yo recogiendo jalapeños en la huerta de mi abuelita me sorprende repentinamente mi hermano corriendo hacia mí
-          ¡Rosa, Rosa! – me dice mientras se acerca con una carta en la mano - ¡Es para ti!
  Abro el sobre y leo sorprendida como se requiere de mi ayuda en un mundo lejano más allá de los vastos océanos. Me había tocado y no podía rechazar tan importante misión. Así que voy, cruzo el valle de Chiapas a pie, hasta llegar a un lugar dónde mágicos y enormes aves quetzal aterrizan y levantan el vuelo. En los laterales de estás magníficas aves se abren unas puertas que llevan a un extraño compartimento con cómodas butacas reclinables en las que me invitan a sentarme. El quetzal en el interior del cual me encuentro levanta el vuelo, se eleva por encima de las nubes y cruza interminables océanos hasta llegar a una pequeña y mágica isla llamada Ebusus. Allí todo es diferente a lo que yo estoy acostumbrada a ver. Abundan un tipo de criatura extraña, parecida a los hombres, pero con un extraño pecho hinchado al descubierto y unos visores oscuros extraños en lugar de ojos. Además caminan de una forma extraña, como si un palo rígido les atravesara de arriba abajo por su interior. Las hembras de la misma especie tienen unas formas exageradas y poco naturales y cuando caminan parecen estar poseídas por una serpiente, pero por suerte no parecen seres hostiles. Aun no entiendo porque me han llamado.
   Voy al cuartel general donde me proporcionan las ropas de combate. Todas las prendas poseen una pequeña representación de un quetzal en alguna esquina. El uniforme consiste en unos pantalones beige, una camisa negra y un delantal. Me explican que voy a tener que estar colaborando en la guerra contra los bebedores por los próximos tres meses. Me explican también que no me haga ilusiones en cuanto a ganarla. La guerra contra los bebedores es una guerra eterna que representa el equilibrio entre lo sobrio y lo ebrio que jamás terminará. Solo hay que combatir sin cesar reponiendo a los combatientes que abandonan, son baja, o cumplen con su cometido. Se suelen establecer periodos de tres a seis meses para cada uno de los trabajadores llegados desde diferentes partes del mundo, tras los cuales vuelven triunfantes a su casa.
  Acudo por primera vez al campo de batalla. Nuestro lugar es una trinchera metálica que nos protege de los bebedores. Dentro de ella tenemos todo lo necesario para enfrentarnos a ellos. Hay cientos de botellas diferentes que se pueden mezclar entre ellas para crear armas más potentes, también hay unos grifos mágicos que con solo estirar ligeramente una palanca emiten chorros y chorros de un líquido amarillento con espuma capaz de detener por un rato a los bebedores. Se me hace bastante estresante y agobiante el primer día. No sé cómo preparar ninguno de los brebajes utilizados para detener a los bebedores, y temo ser una molestia para los luchadores experimentados que ya llevan un tiempo acudiendo a la trinchera. Pero afortunadamente la mayoría son amables y me enseñan a desarrollar mis técnicas con paciencia. El general al mando del batallón es un pequeño trasgo gruñón que no para de dar órdenes a todos los soldados y se enfada mucho cuando las cosas no suceden como el desea. Pero también me ayuda a desarrollar mis habilidades de combate dándome sabios consejos dignos de un erudito trasgo.
  A veces, por las noches, cuando el ritmo de la batalla disminuye, el general trasgo nos prepara de los brebajes que utilizamos para detener a los bebedores, y aunque al principio temía probarlos, al ver que todos mis compañeros los probaban, un día me animé y bebí un vaso entero de brebaje hecho a base de sandía. Sabía un poco fuerte y mi cabeza empezó a dar vueltas. El colorido de mi entorno se volvió gris y mi percepción de las cosas cambió por completo. Por unas horas sentí que solo éramos personas normales dando de beber a unos borrachos insoportables por una miseria al mes. Pero por suerte antes de ir a dormir le pedí al señor Diosito que eliminara esas horribles visiones de mi cabeza y cumplió.

  A la mañana siguiente todo vuelve a ser normal, excepto un ligero dolor de cabeza que me martillea la sien, que parece ser una habitual resaca provocada por los brebajes mágicos. Voy a la trinchera a continuar peleando, cada vez se me da mejor. Entre asalto y asalto me da tiempo de explorar un poco los alrededores del campo de batalla y descubro que es una isla muy bonita en la que hay personas maravillosas que se dedican, como yo, a la eterna lucha contra los bebedores. Agradeceré por siempre a Diosito el haberme brindad la oportunidad de vivir una experiencia tan padre. 

viernes, 30 de octubre de 2015

DIANOCHE

El día. Durante el día el sol brilla, aumenta el tráfico en las carreteras, el fluir de la gente, se llenan los colegios, las oficinas encienden los ordenadores. El día recoge una gran cantidad de vida que parece llevada al punto de ebullición. Todo junto parece un frenesí, pero en el fondo la mayoría de las personas se encuentran en un estado de serenidad causado por la rutina y los convencionalismos sociales. Por el contrario en la noche, el sol no brilla. Reina la oscuridad interrumpida por las farolas de las ciudades y pueblos. La gente no se deja ver demasiado por las calles. Sin embargo, tras las cortinas se suceden cosas que son inimaginables durante el día. Se dan las más desenfrenadas fiestas en las que los asistentes bailan enloquecidos, se suceden las más salvajes muestras de amor, todo a escondidas. Así la que a simple vista parece una apacible noche, esconde las más frenéticas actividades, y lo que luce como un ajetreado día puede ser mucho más pacífico de puertas para adentro. Exactamente igual que ellas dos. 

jueves, 24 de septiembre de 2015

INFIERNO A LA CARTA

Estaba John disfrutando de sus vacaciones de verano en Ibiza, gozando de lo que más le gustaba en este mundo, abusar de la oferta de hotel con todo incluido. Pasaba días llenándose más platos de carne de los que podía comer en el bufet libre, pidiendo rondas de cubatas de tres en tres bebiéndose la mitad y dejando la otra mitad repartida por la terraza de la piscina. Realmente estaba gozando cuando, repentinamente, su corazón dejó de funcionar. Llevóse John la mano al pecho y con una mueca de dolor abandonó la vida. El exceso de grasas, azúcares y alcohol le habían pasado factura. Su alma dejó su cuerpo para descender al mundo de las tinieblas.
  Como despertando de un profundo sueño, lo primero que vio al abrir los ojos fue una criatura bípeda con cabeza de cerdo y un cuerpo de una textura rara, como si estuviera su piel del revés y toda su superficie estuviera en carne viva. Lo que más le sorprendió fue escucharle hablar su idioma perfectamente. Al mirar a su alrededor, John vio que se encontraba en la orilla de un lago del que emanaba un nauseabundo olor. El cerdo le contó que ese era su nuevo hogar, y que allí iba a habitar por el resto de la eternidad. Al acercarse al lago, John observó asqueado al ver que el líquido era marrón y algo más espeso que el agua, para más inri, flotaban en él trozos de limón, de naranja, cacahuetes y servilletas con diferentes logotipos hoteleros. Una especie de versión gigante de la pica de un bar cuando se atasca el desagüe. Por si esto no fuera suficiente para hacer difícil la estancia junto al lago, de sus aguas surgían millones de mosquitos con ganas de picar y absorber la sangre del recién llegado. Según palabras del cerdo, aquel lago se había formado con todas las bebidas pedidas y no consumidas en todos los bares de los hoteles con todo incluido de la tierra. Todo ese líquido que acabó desperdiciado y lanzado a través del desagüe de la pica de la barra por haber sido pedido por borrachos que ya no podían beber más. Informó el cerdo a John que solo él había ampliado el lago aportando mil litros de líquido a lo largo de su vida. 
  El cerdo le explicó a John también la causa de su existencia. Contó que cada vez que alguien se llenaba un plato de carne en un bufet libre y lo tiraba sin siquiera probarlo, esa carne iba a parar a la granja del infierno, dónde cada cien quilos recibidos de carne creaban a una criatura como él. Algunos con cabeza de cerdo, otros de cordero, otros de vaca, pero todos con cuerpos creados con las diferentes carnes desperdiciadas. Le remarcó el hecho de que él mismo había sido creado básicamente por carne desperdiciada por John. La conciencia superior entendía el sacrificio de otros seres por alimentación, pero no toleraba el desprecio a las vidas sacrificadas con tal propósito.

  John empezó a sentir miedo, se estaba dado cuenta de cuánto mal había hecho en vida al planeta, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. A su lado observó que había muchos hombres y mujeres con sus cabezas hundidas en las inmundas aguas del lago de los cubatas desperdiciados mientras eran sodomizados por criaturas similares al cerdo que le hablaba. Entre dos víctimas sodomizadas, John vio un espacio, justo frente a él, y entendió estremecido que ese era su lugar. Con los ojos llorosos miró al cerdo, quien respondió con una tétrica sonrisa y asintiendo. A pesar de sus súplicas, John fue empujado violentamente por el cerdo hasta que su cabeza fue hundida con fuerza en las pestilentes aguas. Tragó la mezcla de líquidos pestilentes hasta la asfixia, pero no murió. Ya estaba muerto, así que le quedaba la sensación de estar asfixiándose durante rato y rato sin llegar a morir, un sufrimiento extremo para toda la eternidad. Cuando su cuerpo estaba lleno del líquido vomitaba, aportando bilis al pestilente lago, y se repetía el ciclo de tragar y vomitar continuamente. Por si tal agonía no fuera suficiente, notó como el cerdo le desgarraba los pantalones y seguidamente el ojete. John no lo escuchó puesto que tenía los oídos sumergidos en el agua, pero el gruñido de placer del cerdo al penetrarle retumbó por todo el valle infernal. Y esa iba a ser la situación de John por el resto de la eternidad.

lunes, 17 de agosto de 2015

BYE

 If you want to cry when you say good bye,
 then cry, don’t be shy.
 It is not sadness that causes the tear drop,
 but happiness that you felt before
 so cry, and be thankful for the good days you had.
 And never forget, it is not sadness,
 sad is when the good bye causes relief,
 this tear drop is dropped by the happiness in your memories. 

domingo, 2 de agosto de 2015

CARA B

Ibiza, esa isla conocida por sus fiestas, sus playas y su diversión. Esa isla en la que los garitos presumen de conseguir cualquier cosa que desees, siempre y cuando puedas pagarlo, claro. Ese lugar de caras festivas, alegres, disfrutando de la vida nocturna a tope y relajándose durante el día en sus playas de agua cristalina. A ritmo de música electrónica en su cara A. Pero le damos la vuelta al disco y la música es bien distinta, porque toda esa fiesta y disfrute no se genera sola. En la cara B están los artífices, rostros cansados que salen de sus trabajos de madrugada y con dolor de piernas. Son los rostros que no saldrán en google cuando buscas Ibiza. A las dos de la madrugada los puedes ver en los barrios paseando a sus perros, todavía con sus uniformes de camareros, o limpiadores o pantalones a cuadros de haber salido de una cocina. Con las placas identificativas todavía colgadas de sus camisas. Placas en las que aparece su nombre y el de la empresa a la que entregan su juventud a cambio de un salario al mes. Estos son los rostros de la cara B, pálidos por no haber tenido tiempo ni energía para ir a la playa, a pesar de tenerla a diez minutos, serios, cansados de sonreír hipócritamente a sus clientes por exigencias del contrato. Rostros decepcionados que una vez soñaron ser futbolistas, estrellas de la música, o de la televisión, pero crecieron. Crecieron y soñaron en ser abogados, arquitectos, biólogos o escritores, pero maduraron. Maduraron y se ven atrapados en sus rutinarias jornadas que les absorben el tempo para perseguir sus sueños, y se encuentran con sus semejantes, hay complicidad, se abrazan, pasean al perro por las noches y tienen su pequeña recompensa.  

miércoles, 15 de julio de 2015

EL HECHIZO


Estoy con Susana paseando por Khao San Road, una pequeña calle de Bangkok abarrotada de turistas, negocios y buscavidas poco honestos.
-          Ten cuidado, cariño – me dice Susi mientras me lleva de la mano – por aquí hay seres de mirada hechizadora.
-          Tranquila Susi, todo irá bien mientras no nos soltemos la mano – le contesto con una sonrisa
-          Si, y no te olvides de mantener la mirada al frente, es muy importante, si estableces contacto visual con la medusa puede que te pierdas para siempre.
-          Descuida.
Me sigue llevando de la mano. Tiene más experiencia que yo, ha estado antes aquí. Aunque no es solo aquí. Siempre ha tenido más iniciativa que yo, tiene dotes de liderazgo. Caminamos a través de la multitud ignorando todos los sonidos que tratan de llamar nuestra atención. “tuk tuk” “ping pong” “hello sir” son cantos de sirena claramente dirigidos a nosotros. Pero continuamos con nuestras miradas fijas al frente, con nuestro objetivo fijo, dirección al hotel, donde estamos a salvo del hechizo de la medusa. Un par de calles antes de llegar allí, paramos en un puestecito de fruta para comprar una ración de piña y otra de sandía. Es típico en las calles de esta ciudad encontrarte todo tipo de productos frutales. Exquisitas frutas ya cortadas, zumos, batidos o helados, todo listo para tomar. Una estrategia estupenda para combatir el tremendo calor. Mientras la amable mujer del puesto nos corta la fruta escucho un sonido que me llama la atención. Es como una ventosa, repetidas veces. Miro a mi alrededor tratando de averiguar de dónde procede tal extraño sonido. Mi mirada se cruza con los ojos del causante del sonido. Y entiendo, era el canto de la sirena, y ahora estoy recibiendo la mirada de la medusa. He caído de lleno en el hechizo. Estoy jodido. El hombre de mediana edad que hace el sonido de ventosa con la boca, me mira y se ríe mientras siento su poder penetrar en el interior de mis pupilas. He caído en su trampa. Su energía me atrapa sin que pueda resistir y acabo metido en la cabina de su tuk tuk, una especie de moto de tres ruedas con un compartimento trasero para pasajeros. Usado principalmente como taxi en todo el país. De repente, sin darme cuenta, me encuentro circulando en una desconocida calle y no tengo ni idea de dónde está Susana, supongo que a ella no le atrapó el hechizo.
-          ¿Ping pong show? ¿Hotel? – me pregunta el conductor.
-          No quiero ir a ningún lugar, déjame bajar aquí
-          ¿Español? – pregunta
-          Si, para aquí, quiero bajar
-          ¿Al bar? Barato barato, happy hour mojito, ¿Barselona o Madrid? – me pregunta
-          Eso me la suda, déjame bajar – le digo
-          ¿Melasuda juega Champions? Vamos a bar muy barato y bueno – no sé si no me entiende o no me quiere entender.
Sin darme cuenta estoy en un garito tomando mojitos de garrafón a cien baht. Bebo y bebo y vuelvo a beber. Su estrategia es poderosa, cuánto más bebo más mengua mi resistencia al hechizo. La camarera, una belleza asiática con una simpatía encantadora, no para de traerme copas, y yo cada vez ofrezco menos resistencia. Estoy sentado en un taburete justo al lado de la calle, puedo ver al conductor del tuk tuk vigilándome en todo momento. No me pierde de vista. Y cuánto más bebo mayor es su sonrisa. Se me ocurre intentar escapar. Cuando me levanto tengo al conductor preparado para atraparme otra vez y le digo que solo voy al baño. Allí voy directo a buscar una escapatoria. Una ventanilla o algo por donde me pueda escurrir. Si sigo bebiendo acabaré totalmente dócil bajo el influjo del hechizo. Pero no encuentro nada. Salgo y me meto en el baño de mujeres, que por la orientación del edificio es más probable que tenga una salida a la calle y ¡Bingo! Tiene una ventanilla. Es de éstas que solo se abren un par de centímetros, así que estiro hasta romper los enganches y la atravieso. Caigo en un montón de bolsas de basura y veo como huyen despavoridas por el estruendo un montón de ratas y cucarachas. En la esquina veo a un mendigo occidental con una larga barba y pintas de haber venido del siglo XIX con una máquina del tiempo. Bebe de una de esas botellas sin etiqueta algún tipo de licor de destilación tailandesa. De esos que saben a rayos de excremento y le pegan a tu cerebro con un bate de béisbol.
-          Has caído en el hechizo, lo veo en tus ojos – me dice después de dar un trago
-          ¿quién eres tú?  - pregunto
-          Mi nombre es Cogliostro, yo fui como tú una vez, y lo que haces no es buena idea, te puede llevar ante demonios más malignos que los que te retienen ahora
-          ¿Quiénes son? ¿Qué puedo hacer?
De repente el hombre se asusta al escuchar unos gritos en tailandés. Al final de la calle veo a unos policías que señalan hacia mí.
-          ¡Corre! ¡Vuelve a meterte en la ventanilla y paga tus deudas! ¡No quieras acabar en la cárcel!
-          ¿Cómo? – No entiendo nada, pero no deja cabida a la conversación
-          ¡¡Coree!! ¡¡Escóndete!! ¡¡ y paga tus cuentas!!
Su intensa mirada al gritar me convence. Me apresuro a volver a meterme en el interior del edificio por la ventanilla del baño de señoras. Cuando salgo de allí, por la misma puerta por la que había entrado, hago como que me había confundido. Pago mi cuenta y antes de poner un pie en la calle tengo al conductor esperándome con una sonrisa, la sonrisa del demonio que me tiene totalmente atrapado.
-          ¿Bar bueno? – Me pregunta mientras me vuelve a hundir en las profundidades del tuk tuk.
-          Si, bar bueno – le contesto – pero quiero …
-          Ping pong show – me interrumpe imponiendo, no preguntando esta vez.
-          Si… ping pong show -  dice mi boca a pesar de que mi mente dice no.
  Después de veinte minutos de trayecto a través de la ciudad llegamos a una calle dónde se junta lo peor de la sociedad de cada uno de los cinco continentes. Me recuerda a Sin City. Un escaparate de mujeres se levanta a ambos lados de la calle y por el suelo se arrastran borrachos y mendigos, difícilmente se puede distinguir entre unos y otros. El taxista me empuja dentro de un garito, me cobran la entrada y empieza el show. Una mujer preciosa se abre de piernas y empieza a disparar pelotas de ping pong hacia el público mientras una camarera no para de servirme bebidas. Empiezo a perder mi conciencia no sin que se me pase por la cabeza volver a intentar escapar. Pero recuerdo a Cogiliostro y decido pagar mi cuenta y salir del garito. Entro en el tuk tuk por mi propio pie.
-          ¿Quieres lady? ¿Marijuana? ¿Opio? – me dice, siempre con su sonrisa
-          No… hotel… - le digo a la vez que se cierran mis ojos.
En mi siguiente recuerdo estoy durmiendo en una cómoda cama. Obviamente estoy en la habitación de un hotel. Un hotel de lujo. Me pregunto cuánto habré pagado por ello. Me duele la cabeza de una manera exagerada, supongo que debido al alcohol barato consumido anoche. O tal vez sea la resaca del hechizo. Me meto en la ducha y allí intento recapitular todo lo ocurrido anoche. No recuerdo nada después de ver el ping pong show, solo espero que no sucediera nada más. Tal vez beber hasta perder la conciencia rompió el hechizo. Miro el contenido de mi cartera que es cercano a cero. Salgo de la habitación y me acuerdo de Cogliostro aconsejándome que pague mis deudas. Tal vez fuera eso lo que me liberó del hechizo, quedarme sin dinero. Paso por recepción para hacer el check out y salgo de las instalaciones con las esperanzas de volver a ser libre. Pero toda mi esperanza se derrumba al ver al pequeño maligno esperándome en la puerta. Debe haber pasado allí toda la noche. Intento esquivarle, darle esquinazo y correr en dirección opuesta a él, pero no sirve de nada. Al doblar la siguiente esquina allí está él, con su mirada fija en mí y su maligna sonrisa. Su hechizo me vuelve a atrapar y las fuerzas invisibles me vuelven a hundir en las profundidades del tuk tuk. Sin darme ni cuenta vuelvo a estar en circulación por el interior de la ciudad.
-          ¿desayuno? ¿restaurante? – me pregunta
-          Pero no tengo dinero – le digo-  no me necesitas para nada
-          ATM – me responde. Se nota que no es la primera vez que le ponen esta excusa.
Paramos la marcha un momento frente a un cajero automático para que pueda sacar dinero. Tengo que esquivar a un borracho para poder llegar a las teclas. El borracho está aparentemente dormido y sujeta una botella de veneno tailandés. Su cara está cubierta por un antiguo sombrero. Al introducir mi contraseña bancaria la maquinaria hace un ruido molesto que le despierta.
-          ¿todavía atrapado? – me pregunta Cogliostro
-          Si – le digo a la vez que rompo a llorar y me abrazo a él – ya no sé qué hacer, quiero volver con Susana ¿qué hago? ¿cómo rompo el hechizo?
-          Gasta todo tu dinero – dice Cogliostro con su profunda voz – si no tienes dinero no tienen poder sobre ti.
-          Pero lo hice, y mírame, aquí me tienes sacando más dinero
-          Pero gástalo todo, hasta que tu cuenta esté a cero.
-          No lo gastaré nunca – digo entre lágrimas y sollozos – soy jodidamente rico.
-          Puedes conseguirlo, bebe más, come más, dile al conductor que te lleve a los sitios más caros y buenos que conozca, tienes que gastar todo tu dinero.
-          Pero tengo rentas, cobro cada mes sin que haga nada.
Cogliostro me abraza y su aliento a alcohol junto con el hedor que emana de su cuerpo crean una atmósfera fatídica, ideal para lo que me va a decir:
-          Lo siento mucho, no hay esperanza para ti.
Lloro abrazado al pestilente Cogliostro durante un buen rato. Al final se me secan los ojos. No me quedan lágrimas. Entonces decido levantarme y enfrentarme a mi fatal destino de infinitas comidas en restaurantes caros y borracheras.
-          Antes de irte – me retiene Cogliostro - ¿Me das cien bahts?
-          Claro, toma, te doy más, todos los que quieras….
-          No no no, no me líes. A mi dame solo cien baht para una botella, si adquiero más dinero corro el riesgo de volver a caer bajo el hechizo de la sirenomedusa.
Le doy los cien baht, y me subo al tuk tuk con la cabeza gacha. El conductor sigue con su imborrable sonrisa del diablo.
-          ¿Breakfast?- me pregunta
-          Sí, quiero el mejor desayuno que me puedas conseguir.
Desayuno como un rey, me traen de todo. Desayuno continental, lo llaman. Tiene huevos, pan, queso, fruta con yogurt y muesli, y café. Desayuno dos veces. Puedo hacerlo. Tengo que gastar más de lo que gano. Acudo a los centros de masaje más caros y me pido el masaje con aceite. Ceno en un buffet libre japonés y luego de vuelta al bar. A beber hasta que mi cuerpo aguante para evitar el riesgo de que me lleve a un burdel. Jamás podría perdonarme el serle infiel a mi amada Susana. Y nada de garrafón, todo primeras marcas para gastar más dinero. Acabo por los suelos, vomitando.
  En mi siguiente recuerdo estoy en un hospital. La cama no es tan cómoda como la de la noche anterior. Salgo de allí y me hacen pasar por recepción para pagar la factura. Una factura bastante más alta que la de un hotel. Es lo que tiene viajar sin seguro. En ese momento algo se ilumina en mi mente. Si acabo en el hospital todas las noches, tal vez consiga gastar bastante más dinero del que gano. Abandono el hospital, y allí, en la puerta misma de éste está el pequeño diabólico conductor del tuk tuk. Entro decidido a iniciar lo que se convertirá en mi salvación. Ignoro el dolor de cabeza y tras un copioso desayuno decido empezar a beber para perder pronto mi consciencia. Y así un día y otro.  A veces pierdo algo más que la consciencia. Un día me levanto con una muela menos y dolor por todo el cuerpo, otro día me levanto y tengo varios puntos de sutura en la ceja. Es estupendo, cuanto más trabajan conmigo en el hospital más me cobran, y siento más cerca el final, la ruptura del hechizo.
  No sé cuánto tiempo ha pasado, pero mi aspecto se asemeja ya al de Cogliostro. “ATM” le digo al tailandés que me tiene recluso en su tuk tuk. Me lleva, y cuando intento sacar dinero me invade la felicidad al leer en la pantallita “su crédito es insuficiente”.
-          ¡Eh! – le digo al conductor- ¡Eh! ¡Me he quedado en bancarrota, no tienes poder sobre mí! – Y seguidamente suelto una carcajada digna de villano de película de serie B.
-          ¿Cómo? ¡Me tienes que pagar mis servicios!- Me dice, sin sonreír por primera vez desde que le conozco.
-          Cóbrate las comisiones del bar, a mí no me queda ni un baht – ahora es mi sonrisa la que no se borra
-          Pero yo tu taxi dos semanas, me tienes que pagar cuarenta mil baht.
-          No tengo nada – y le doy la espalda.
Estoy cerca de la libertad, pero todo tiene un precio. El conductor no me va a dejar irme sin pagar así como así. Me agarra por el hombro y al girarme me pega un potente puñetazo en la cara. Jamás hubiera dicho que ese hombre tan pequeño fuera capaz de pegar con tal fuerza. Luego recuerdo que el deporte nacional es el Muay Thai. Mientras yo corría detrás de un balón, este pequeño hombre se partía la cara con sus compañeros de clase por diversión. Y eso se nota. El pequeño hombre que ya no sonríe me pega con las rodillas, con los codos, me parte la boca, la nariz, y alguna costilla. Me deja en el suelo al borde de la inconsciencia.
  Mi siguiente recuerdo es una voz que reconozco.
-          ¡Marc! ¡Marc! ¿Estás bién?
Abro los ojos y veo a mi querida Susi. Su cara muestra una gran preocupación.
-          He roto el hechizo- le digo sonriendo
-          Oh, Marc, pensaba que te había perdido para siempre – me dice abrazándome
-          Pero nos he arruinado
-          Tranquilo, no pasa nada, lo importante es que estás a salvo. Vamos para casa.


FIN

viernes, 26 de junio de 2015

Reporting from Cambodia: A Project Mayhem Tale.

Sir, as you can check on the newspapers, the project Mayhem in Spain is a complete success. The Euro is going to collapse and the country soon will see its borders blurred by the rise of the all dancing all singing crap of the country. I buried the seed and took care of the tree until it was independent enough to keep growing up by itself. Now is about to bloom. The project doesn’t need me there anymore. So I moved on.
Now I’m in Cambodia and after a deep analysis of the society I decided to move into the community, the country side, which is a mine of cheap labourers for the expensive business in town. Young men and women who are lied, they are promised to have the chance to promote in their jobs and get as rich as their employers are, but that is not gonna happen, and they realized, what makes them very pissed off. Meanwhile, the middle class tourists can get a luxury style of life that they can’t afford in their countries, and the owners of the lands get more expensive cars than the whole houses of their workers. Everything at the expenses of the health of the modern slaves called employees. The countryside folks have no formation or knowledge, so they accept any kind of humiliation from their bosses in order to get a couple of dollars at the end of the day. They feel the frustration, they feel the anger, but they don’t know how to drive it… yet.

Since I’m here, many young boys and girls showed interest for the project. They are good learners and they understand the purpose of the actions. The seed has been buried, and the first sprout is showing up. Project Mayhem keeps expanding overseas.  


domingo, 31 de mayo de 2015

MIDSUMMER TALE

summer, and summer, as every year, is time to come back home. A sweet and sour feeling is with me when I first step on my island every year. My little town, the place where I grew up, looks quite the same for the last twenty years. The old friends have the same old habits. They go to the same old bar. They have the same old jobs, and the same girlfriends. However, I see everything different. There is a new feeling about every single people, about every single place. They are the same, but the feeling perceived is different. The change is inside me, and it is irreversible.

 After some days of peace, getting adapted to the new time zone, I have to start the worst of the modern day mind engagement. I have to return back to my seasonal stupid work as a waiter of a hotel. As every summer, the season starts on June, and I start working, cancelling any chance of exploring my inner self in order to get spiritual peace. Call it mental peace or sanity if you want. There, I let the days pass by fast while I serve rivers of draught beer and vodkas that flow through my hands and leads into the thirsty mouths of the inebriate tourists mostly coming from the United Kingdom. It looks like a never ending story, every day the same. It is kind of funny how most of the people tells me how lucky I am to live here. They always tell me that I must go to the beach a lot; they always think that I must party hard every day in those clubs full of chicks, drugs and deejays. And they always say that I must fuck a lot, when I say I am from Ibiza. Nothing is further from the truth. Often, I go to the beach a couple of times along the whole summer. I don’t go to the big clubs unless I get paid for doing some job in there. And about sex… let’s say that I’m too busy for that while I’m working. My perspective of this internationally known as “the party island” is completely different. For me is the work place. Never happens something exciting to me when I’m there. Summers are just for work, that disgusting operation that has to be done to extirpate the tumor of poverty that grows on my bank account along every winter tripping around Asia. Every day here is like the copy of the previous day, sometimes hotter.

  This summer -I wander why- I have started being more talkative with the clients of the hotel. I used to be the least speaker waiter of the world. I used to just speak the minimum amount of words needed to execute my task. But I’m acting different towards the people this year. Something had change, and isn’t about them, but me. Having some conversation with the people makes my days lighter, and gives me the impression that the summer is going to finish earlier so I can take off sooner. I speak with John, the family guy, about the profitable business he has in Scotland. I speak with Jane, the aged lady, about the book she is reading. I speak with most of the people about how they are enjoying their holidays or some other trivial conversation that I don’t really give a fuck about. But is entertaining to listen, as a bad song playing on the radio, it makes the time smoother. Until I speak with Jean or she speaks to me; to be more accurate. She was with her friends, giving the last farewell to the single life of one of them, and getting drunk, of course. She is an interesting person, looks nice. And she has a perspective of the world that I like. She has something more in her head than bullshit deejays and parties. And she works on the world of cinema, one of my many frustrated vocations. She is the one of her friends coming to the bar to buy all the shots. The conversation flows a little bit every time. I can feel like every shot she drinks, she is a step closer into my mind. The first shot she tells me how long they will be partying in Ibiza, the second shot she tells me about her work, the third shot she tells me about the kind of movies she likes, after the seventh shot she tells me how interesting she thinks I am. I notice she likes me, not because I’m good at that, but because she is giving me indications with lighting arrows. She can’t help herself and tells me to go with her behind the bar because she wants to tell me one thing. I have to say that she is drunk as fuck. She asks me to go with them to the party somewhere where I’m not interested to go at all, and I am to sober to go, so I kindly refuse her invitation. Instead I offer a meeting the following day, the both of us, after my work. She accepts giving me a long kiss on my lips as a sign of the deal. That escalated quickly. I have to interrupt her kiss in order to be able to continue working. I’m sure some client could see that, and it could result as problems for me.

  The next day I buy a bottle of red wine and I go to work. I am nervous, I’ve never done that before. Never with a client, never with a so unknown girl. When I see her, I ask if she still remembers that we have a date. That drunk she was, that I wouldn’t be surprised if she says that she doesn’t remember, or that she changed her mind. But she says yes, with a much shier smile on her face. After work I go to have a quick shower and I pick her up, who is waiting at the bar. It is a little embarrassing for me the fact that all my coworkers see me with her. Is the first time I have date with a client.
  I drive my car to a remote beach where we drink the wine together, we talk, we laugh, we kiss and then we have sex with the waves of the sea as a background soundtrack. We enjoy a good time together, and suddenly my work is not so a bad thing. At the second round she says she feels sour at her legs, she is having a hard time to keep them opened for so long, so we have to change position. No one said something like that to me before. I realize that flexibility on women is an important skill for sex. It feels good to have a special night like that. We have some nice time together, and I drive her back to the hotel with the first lights of dawn.

  The day of her departure we say good bye with a big hug. We exchange our emails. I would like to keep in touch, maybe have a new friend. But probably she thought something else, because she never answered back my emails. After some time had passed, I thought that she might had a boyfriend back home, and I was the crazy night in Ibiza. Quite sad, but anyway I feel thankful for that special day which made my summer less charging. 

viernes, 24 de abril de 2015

Airports' things

It happened more than one year ago, I don’t know why, but, it came to my mind recently. I was in Prague’s airport ready to go to Japan and I saw a girl that was also waiting that plane that never took off the day before. It was more than one year ago, but today it popped up into my mind like a yesterdays’ fresh memory.
 I sat in front of the girl and I started talking to her. She was very nice. A Finnish girl, maybe Swedish, I don’t remember, who was going to Japan for work, performing in a circus. I was very surprised, such a young girl. She was twenty-two years old and was going to travel to the most far East to work, with all the visa stuff arranged and a work contract with her. She explained all those things without losing the brightening smile on her face. Not even a second.
 The boarding time arrived and I rushed towards the door to make sure that, that time, it would be possible to take the flight. It was my second try, as I explained back in that day in this blog. Meanwhile she went to the toilet, so many people stood up between us. Every time I looked back and our eyes coincided, she dedicated a cute wink of an eye with here gorgeous smile always turned on. That was one year ago, but, even though I don’t remember her name, I remember her face as if that had happened last night. When she passed across me in the alley of the flight winked an eye and smile. When I went to the plane’s toilet and I saw her, sitting in her seat, winked an eye and smiled. The same some more times.
 Once we landed in Moscow, where our flight had to make scale, she approached me with more winks and smiles, and asked to me:
-          Can we go together to the terminal C? – Which was the terminal where our flight to Tokyo took off from.
 I noticed her a little bit overwhelmed of being alone in such an unknown place and, as I told to her earlier, I had traveled quite a lot before, so she might had thought that I could be helpful. We were walking together, chatting, and I thought about sex. It’s told that the men have an average of eight to ten sexual fantasies a day. I had all of them along the twenty minutes we were walking together. Then, suddenly, she started looking continuously at her phone.
-          I have to meet my friend over here – She said.
I was wandering if her friend was going to be a boy or a girl, until we saw him. There he was, behind the glass of the smokers lounge. And then she told me that she was going to smoke a cigarette too, before continuing the walk until the terminal. And then she went inside the smoker’s lounge and I saw through the glass how she kissed her friend on his lips.
-          Ok - I thought. - I confused her sympathy with something else – I told myself. And I kept walking on my own until the waiting room of the terminal.

 After a while, they appeared, happily speaking to each other. She looked at me, but didn’t wink. They sat in a seat a couple of files ahead of mine. After a boring span time, I decided to wake up and speak to them. He was nice, but she wasn’t. She was trying to get his attention speaking in their language and avoiding talking to me. I got it. She didn’t need me anymore, so she didn’t want to know anything more about me. She used me as a free guide trough the unknown airport and then discarded me as an old useless toy. Suddenly I felt very uncomfortable, but luckily my stomach started hurting and I had to go to the toilet to drop a big shit. As I do in almost all the airports I step on. And I had only seen them once again, while we were waiting for our luggage, but I didn’t bother to say them good bye before I left. 

domingo, 29 de marzo de 2015

SEN

Voy a hablaros de Sen. Una niña de doce años, huérfana, que vive en el orfanato “Sok”, en Siem Reap. Una niña que me sorprendió desde el primer día. Con perfecto inglés me preguntó mi nombre y de dónde soy. Al decirle que era de España, me dijo un par de frases en español, las típicas “¿como estás?” “me llamo Sen”. Después de comer arroz con piña y cebolla, el menú que nos ofrecían en el orfanato, me hizo sentarme en la mesa y apareció con un cuaderno en el que ya tenía algunas frases apuntadas en español, y empezó a preguntarme como se dicen en español cosas como animales, números, frases de uso cotidiano, etc… Cada nueva palabra aprendida era apuntada en inglés, español, y luego con la correcta pronunciación en el alfabeto de la lengua Khmer. Después la leía para asegurarse de que la pronunciación era correcta. La niña aprovechaba todos los voluntarios de diferentes nacionalidades, cada vez que aparecía un voluntario de un país concreto, le preguntaba cosas en su propio idioma, y así aprendía. Me sorprendió mucho cuando me dijo que sabía 7 idiomas. Por supuesto no los sabía a la perfección, pero había adquirido, a sus doce años, conocimientos de chino, japonés, español, italiano y francés. Tenía un nivel de inglés bastante alto, además de, por supuesto, hablar su lengua. Esos son sus conocimientos adquiridos fuera de la escuela oficial, a la que puede acudir gracias a la organización de Mr Sok, el hombre que abrió el orfanato tras haber crecido como huérfano en la localidad. Sen, además de aprender, a sus doce años ya ejerce como profesora de inglés de los niños más pequeños del orfanato. Puesto que en el colegio en Camboya el inglés es una asignatura secundaria que se imparte pocas horas, y en la localidad de Siem Reap la economía se basa prácticamente en el turismo, el que adquiera extra conocimiento de inglés tiene muchas más oportunidades de ganarse la vida. Por lo tanto, a su tierna edad, no creo que sea consciente de la oportunidad que está brindando a unos niños cuyo aprendizaje sería muy difícil de lograr, dados sus escasos medios, si no fuera por la dedicación que Sen dedica a enseñarles.


 Me acuerdo de mí a los doce años. Me debatía entre la Playstation y los GiJoe. Aunque a veces dibujaba, no quería ni oír hablar del colegio, y detestaba estudiar. Los deberes me parecían un castigo e iba a la escuela porque era una obligación. Un castigo. Tampoco quiero caer en la reflexión tópica de que qué malcriados somos en Europa porque lo tenemos todo y sin embargo cuánto aprecian la educación los que tienen difícil acceso a ella. Que sí, seguro es parte de la culpa, también pienso en cómo un sistema consigue hacer que aborrezcamos algo que en principio debería ser emocionante como es la adquisición de conocimiento. Tal vez demasiada presión sobre los niños para que saquen buenas notas, tal un exceso de horas cuando la atención de un niño es limitada, tal vez el hecho de que falten elecciones personalizadas para la diversidad característica de la mayoría de clases en las escuelas de hoy día, también ayuden a aniquilar la motivación de aprendizaje. Así, los niños con difícil acceso a la educación, cuando la tienen la aprovechan al máximo y exprimen las horas todo lo que pueden, sin embargo los que poseemos una educación obligatoria nos pasamos una media de 6 horas diarias en el colegio más actividades extra escolares, deseando que acabe ese tiempo para podernos ir a jugar. Tal vez deberíamos dejar que cada niño evolucione un poco más naturalmente y que dedique más o menos horas al estudio dependiendo de su capacidad de concentración para que el estudio no sea percibido por los niños como una imposición de los adultos contra la cual rebelarse. Tal vez no.

domingo, 22 de febrero de 2015

LA EXPERIENCIA BLABLACAR

Se encuentran un hippie, por decir algo, un judío americano, un militar, un bombero, una estudiante de derecho con su gato en un coche, y dice el militar:
-          ¿Todos preparados?
Parece el inicio de un chiste malo, pero no lo es. Es la reunión de individuos que nos juntamos por un objetivo común. Viajar de Granada a Madrid. El conductor es quien pone el anuncio de que va a hacer tal viaje, y los demás nos apuntamos porque sale más barato y es más cómodo que un autobús.
  Cuando conozco un poco al conductor, ya sé que hay ciertos temas que es mejor no tratar. Es un militar y entre sus complementos, ya sean llaveros o pulseras, ves repetidas veces la bandera española. O sea que es un militar patriota convencido. No de esos que se alistan por hacer algo. Va bien afeitado y la cabeza repelada. Es el típico chico guapo de pueblo. A los que me conozcan entenderán que de buenas a primeras no sienta afinidad con él. A los que no, digamos, que me siento más cercano a un yonqui anarquista okupa que a un militar que jura la bandera todas las mañanas y cree defender “la patria”. Ese fantasma manipulador de mentes que enfrenta a seres de una misma raza por intereses ajenos.
  El conductor y el bombero se hacen afines. Se ve que incluso habían coincidido previamente en algunas oposiciones, sin conocerse. El militar le dice al bombero que le gustaría pasarse a su sector, lo cual me hace pensar que tal vez no todo esté podrido en su cabeza. En el asiento del copiloto se sienta la estudiante, ya que lleva a su gato. Una madrileña con un par de rastas que tiene un ex novio turco y se irá en breves a visitar Estambul y otros países del este europeo. Yo, sin participar, escucho su conversación. A destacar como el militar le comenta a la joven de apenas veinte años que no quiere que le manden a ninguna misión y la muchacha, pobre ingenua, le pregunta:
-          Pero ¿Por qué? ¿Por la peligrosidad que ello supone o por qué no estás de acuerdo con la intervención internacional?
-          Estar de acuerdo o no, no importa, si te llaman tienes que ir y punto – contesta el militar demostrando ser la máxima expresión de borrego en la sociedad actual – no quiero ir porque no quiero estar lejos de mi novia y mi familia – concluye. La chica me cae bien.
  Mientras, yo converso con el hippie judío californiano. Un chico de veinticinco años, clavado a Berto Romero, que toca la guitarra, odia a los Estados Unidos por su incultura y quiere quedarse a vivir en España. Le hablo del Burning Man Festival, y me dice que es una mierda porque se ha vuelto muy comercial. Paramos en una estación de servicio y el tipo empieza a imitar la danza de Borat, demostrando ser un chiste de sí mismo.  

  Cuando nos subimos al coche dispuestos a reanudar la marcha, veo lo que escribe el conductor en su móvil, a la que, supongo, será su novia. Escribe por whatsapp “detrás van como una lata de sardinas” y añade dos carcajadas de esas de los emoticonos. La que tiene las lagrimillas. Tiene toda la razón, vamos como sardinas, todo el viaje tocando hombro con hombro. Se me escapa una risa, pero no digo nada, no sea que se sintiera ofendido por mirar sus conversaciones privadas. Cuando le da a la tecla de inicio de su móvil, veo que su fondo de pantalla es una imagen e Dragon Ball Z y me imagino un universo paralelo en el que somos dos niños que jugamos a intentar fusionarnos para convertirnos en un guerrero definitivo. Y me pregunto cuál es el mecanismo de control mental del poder que, de adultos, nos hace ver a cuasi cualquier persona como un enemigo en potencia. Y recuerdo la canción de John Lennon “imagine”. Imaginaos que no existieran las banderas. Y me imagino en un universo paralelo, pero en la actualidad, compartiendo momentos de la serie de nuestra infancia. Pero solo lo imagino. Llegamos a Madrid sin intercambiar muchas más palabras. El cansancio del viaje se hace notar en todos nosotros. Una vez allí nos disolvemos sin más. Cada uno continúa con su trayectoria sin que, probablemente, nos volvamos a encontrar nunca.